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La buena disposición de espacios interiores en una vivienda es un aspecto crucial del interiorismo, que parte en primer lugar del proyecto arquitectónico, en el caso de una obra nueva, o mejora y modifica las condiciones iniciales de la distribución arquitectónica, en el caso de una reforma posterior. Efectivamente, la correcta distribución y subdivisión de los espacios puede marcar la diferencia entre un entorno general realmente habitable, acogedor y funcional, y otro que no lo es en absoluto o que podría mejorarse mucho más. En este artículo, analizaremos qué se entiende por disposición y distribución de espacios interiores en una vivienda y por subdivisión de las zonas de cada espacio específico para caracterizarlo mejor según su función y necesidades particulares (para saber más sobre este tema, lee nuestro artículo «Funcionalidad de los ambientes»). En cada uno de estos dos campos de acción, veremos cuáles son los criterios más importantes que hay que tener en cuenta para crear una dimensión habitacional realmente dedicada al bienestar de quienes la habitan.

 

 

Distribución de espacios interiores de viviendas

La distribución de espacios interiores hace referencia a la distribución interior de las viviendas, es decir, a la distribución general de las habitaciones dentro de una casa o piso. Esta fase del diseño es esencial para garantizar un flujo armonioso entre las distintas zonas, permitiendo un fácil acceso de una a otra y una buena comunicación o, por el contrario, la separación adecuada entre ellas, dependiendo de las habitaciones de que se trate. Además, en la distribución de los interiores de la vivienda, es importante crear un recorrido lo más racional, lineal y práctico posible con respecto al uso previsto de cada espacio y, sobre todo, a la relación de acciones cotidianas que se conectan a la salida y entrada en la vivienda hacia o desde el exterior. A continuación presentamos algunos criterios importantes a tener en cuenta en la distribución de los espacios interiores:

 

1. Funcionalidad

El primer paso en la distribución del espacio interior es identificar las funciones principales que desempeñará la vivienda. Por ejemplo, una cocina debe situarse cerca del salón o del comedor para que sea más fácil servir las comidas. Los dormitorios deben estar separados de las zonas de mucho tránsito para garantizar la intimidad y el descanso.

 

2. Fluidez y conexión

La fluidez es un aspecto fundamental en la distribución interior de las viviendas. Las principales zonas de la vivienda deben estar conectadas de forma lógica, evitando pasillos estrechos o intransitables y espacios excesivos y, por tanto, desaprovechados. La comunicación entre habitaciones debe ser fluida, garantizando al mismo tiempo un perfecto aislamiento en aquellos lugares de la casa que lo requieran.

 

3. Luz natural y vista

La distribución de los espacios debe aprovechar al máximo la luz natural y las vistas al exterior. Situar las zonas comunes de la vivienda de forma que se beneficien de la luz solar y de unas vistas agradables mejora enormemente la calidad de vida.

 

4. Intimidad

Los dormitorios y los cuartos de baño requieren más atención a la intimidad. Al subdividir los espacios, es conveniente asegurarse de que estas habitaciones disfruten del aislamiento acústico y visual correcto en relación con las demás habitaciones, y también en relación con la situación exterior que rodea nuestra vivienda.

 

 

Zonificación de habitaciones

Una vez planificada la distribución general del espacio, es hora de centrarse en la zonificación interior de cada uno. Se trata de la disposición del mobiliario, los tabiques y los elementos decorativos dentro de cada habitación. Sí, porque cada habitación tiene junto a una función de uso principal, otros destinos detallados, tanto más en un marco de ambientes contemporáneos más fluidos y polivalentes, como en la distribución open space. Aquí, cada rincón está dedicado a favorecer un uso particular y, en ocasiones, «transformable», como una zona de lectura con sillón y lámpara de pie en el salón, que puede convertirse en un punto de reunión extra, junto con el sofá, en una velada con amigos. Los siguientes son, en general, los 3 principios rectores de la gestión del espacio dentro de cada habitación:

 

1. Flexibilidad:

Las necesidades de los habitantes cambian con el tiempo. Por eso es esencial que la disposición de los espacios interiores en las habitaciones sea flexible.  Utilizar muebles extensibles y versátiles y crear líneas divisorias con el mobiliario o con paneles decorativos permite readaptar las habitaciones a las distintas necesidades.

 

2. Organización:

La subdivisión del espacio debe diseñarse para maximizar el espacio de almacenamiento de objetos y racionalizar al máximo su organización. Los armarios, estanterías y muebles bien diseñados y que pueden optimizar el espacio a medida ayudan a mantener un entorno ordenado y habitable.

 

3. Funcionalidad:

Cada habitación tiene su función principal específica y otras colaterales. Es importante garantizar que la habitación en su conjunto esté en las mejores condiciones para cumplir su función más importante, pero al mismo tiempo que disponga de zonas dedicadas a otras actividades previstas. El trabajo en la cocina, los momentos compartidos y el relax pueden combinarse en el mismo espacio, ¡siempre que haya un lugar reservado y los elementos necesarios para todo!